Brother can
you spare a dime?
¿Hermano, puedes darme una moneda?
La cámara de Virgilio nos permite un salto ficticio en el espacio y en el tiempo; y aunque parezca detenerse en un territorio y una época determinados, nos deja abierta la puerta hacia lo desconocido, al mundo entre dos luces, donde el antes y el despues se confunden.
Dorotea pertenece a otro mundo y a otra forma de entender la
fotografía. Su trabajo, encargo de la FSA
(Farm Security Administration) con el objeto de documentar los efectos de la
crisis en el medio rural norteamericano, dejó una secuencia interminable de
imágenes clásicas sobre la pobreza de nuevo cuño, la tristeza en los rostros y
la desesperación en las colas de mendicidad. No estaba sola en el empeño, Walker
Evans y Paul Strand la acompañarían en el estrellato.
Una foto suya, “Madre migrante” nos repite el tópico que
supera las mil palabras. Hay tesis universitarias centradas en esa imagen, que
el tiempo ha convertido en la Pietá, la Mater Dolorosa de la fotografía, encuadrandola en
la genialidad, que la tiene...
Un rostro, y una madre, y una mirada ávida de esperanza,
necesitada de consuelo. La madre migrante me hace revisar conceptos que creía
lejanos, y que no lo son de ninguna manera.
Habituados a escuchar emigrante,
el que va; o inmigrante, el que viene, nos olvidamos del drama de todos ellos,
del que migra, el que se mueve empujado por el hambre, y a veces hacia ninguna
parte.
La postura neutra del que nunca ha necesitado moverse (hasta
ahora) facilita la incomprensión hacia los personajes, hacia los compañeros de este
injusto viaje.
John
Steinbeck, Grapes of the Grath (Las Uvas de la Ira) 1940, John Ford. (Donde
el blanco y negro, refuerza
magistralmente la imagen de pobreza y
desesperación). Los Okies, pobres
locos vagando en busca de un empleo imaginario.
Erskine Caldwell, Tobacco Road (La ruta del tabaco), también
de John Ford 1941, nos muestra algo similar al impago de una hipoteca, y sus
consecuencias desde el lado tragicómico, como contrapartida a los excesos en
el hiperrealismo del titulo anterior.
El cine clásico nos muestra aquí la desestructuración del
modo de vida tradicional, la perdida del trabajo primero y del hogar después,
la conversión del núcleo familiar en algo evanescente llamado homeless, los sin
hogar, cuyo último residuo, una vez alejado el padre en busca de un trabajo
imposible, y abandonados los ancianos a su suerte, -véase La balada del
Narayama, 1983, Shohei Imamura- suele ser el de la foto de Dorotea, la madre y
sus hijos pequeños.
Madre migrante, el género humano mostrado en su aspecto más
vulnerable.
Paul Strand no queda muy atrás, su “Grupo de Familia”, nada
tiene que ver con el viscontiniano de Confidencias 1974(Gruppo di familia in un
interno), y mucho con cualquier esquina de cualquier barrio de nuestro país.
Son motivos recurrentes e intemporales, pobres los ha habido
siempre y en todos los países; solo que son mas llamativos cuando llevan otra
carga adicional, la indefensión propia del que nunca lo ha sido hasta entonces,
y cuando su número supera la masa crítica necesaria para convertir a un país en
subdesarrollado, o incluso para motivar la indignación de los pudientes – la
pobreza afea el barrio, ya sabéis – e incluso la intervención de la policía y
el ejecito – de todo hubo - para intentar frenar el maremoto humano.
El Departamento de Estado encargó aquellos reportajes para
justificar el “new deal”, el nuevo trato social promovido por Eisenhower, igual
que hizo inmediatamente después con otro tipo de homeless, de empobrecidos y
refugiados a la fuerza, internados en campos de concentración norteamericanos
por el único delito de su origen, japonés. Las fotos, también excelentes de
Dorotea, sobre aquel drama, con ciertas connotaciones respecto a otros campos y
otra etnia, en la Europa
de aquellos años, jamás fueron publicadas, obviamente. Las mismas caras de
estupefacción en los rostros de unos ciudadanos prósperos hasta poco antes.
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