miércoles, 20 de junio de 2012

VIRXILIO VIEITEZ & DOROTHEA LANGE (2).-




 
Brother can you spare a dime?
¿Hermano, puedes darme una moneda?



La cámara de Virgilio nos permite un salto ficticio en el espacio y en el tiempo; y aunque parezca detenerse en un territorio y una época determinados, nos deja abierta la puerta hacia lo desconocido, al mundo entre dos luces, donde el antes y el despues se confunden.



Dorotea pertenece a otro mundo y a otra forma de entender la fotografía. Su trabajo, encargo de la FSA (Farm Security Administration) con el objeto de documentar los efectos de la crisis en el medio rural norteamericano, dejó una secuencia interminable de imágenes clásicas sobre la pobreza de nuevo cuño, la tristeza en los rostros y la desesperación en las colas de mendicidad. No estaba sola en el empeño, Walker Evans y Paul Strand la acompañarían en el estrellato. 

Una foto suya, “Madre migrante” nos repite el tópico que supera las mil palabras. Hay tesis universitarias centradas en esa imagen, que el tiempo ha convertido en la Pietá, la Mater Dolorosa de la fotografía, encuadrandola en la genialidad, que la tiene...
Un rostro, y una madre, y una mirada ávida de esperanza, necesitada de consuelo. La madre migrante me hace revisar conceptos que creía lejanos, y que no lo son de ninguna manera.

Habituados a escuchar emigrante, el que va; o inmigrante, el que viene, nos olvidamos del drama de todos ellos, del que migra, el que se mueve empujado por el hambre, y a veces hacia ninguna parte.
La postura neutra del que nunca ha necesitado moverse (hasta ahora) facilita la incomprensión hacia los personajes, hacia los compañeros de este injusto viaje.

John Steinbeck, Grapes of the Grath (Las Uvas de la Ira) 1940, John Ford. (Donde el  blanco y negro, refuerza magistralmente la imagen de pobreza y  desesperación). Los  Okies, pobres locos vagando en busca de un empleo imaginario.
Erskine Caldwell, Tobacco Road (La ruta del tabaco), también de John Ford 1941, nos muestra algo similar al impago de una hipoteca, y sus consecuencias desde el lado tragicómico, como contrapartida a los excesos en el hiperrealismo del titulo anterior.
El cine clásico nos muestra aquí la desestructuración del modo de vida tradicional, la perdida del trabajo primero y del hogar después, la conversión del núcleo familiar en algo evanescente llamado homeless, los sin hogar, cuyo último residuo, una vez alejado el padre en busca de un trabajo imposible, y abandonados los ancianos a su suerte, -véase La balada del Narayama, 1983, Shohei Imamura- suele ser el de la foto de Dorotea, la madre y sus hijos pequeños.
Madre migrante, el género humano mostrado en su aspecto más vulnerable.


Paul Strand  no queda muy atrás, su “Grupo de Familia”, nada tiene que ver con el viscontiniano de Confidencias 1974(Gruppo di familia in un interno), y mucho con cualquier esquina de cualquier barrio de nuestro país.
Son motivos recurrentes e intemporales, pobres los ha habido siempre y en todos los países; solo que son mas llamativos cuando llevan otra carga adicional, la indefensión propia del que nunca lo ha sido hasta entonces, y cuando su número supera la masa crítica necesaria para convertir a un país en subdesarrollado, o incluso para motivar la indignación de los pudientes – la pobreza afea el barrio, ya sabéis – e incluso la intervención de la policía y el ejecito – de todo hubo - para intentar frenar  el maremoto humano. 

El Departamento de Estado encargó aquellos reportajes para justificar el “new deal”, el nuevo trato social promovido por Eisenhower, igual que hizo inmediatamente después con otro tipo de homeless, de empobrecidos y refugiados a la fuerza, internados en campos de concentración norteamericanos por el único delito de su origen, japonés. Las fotos, también excelentes de Dorotea, sobre aquel drama, con ciertas connotaciones respecto a otros campos y otra etnia, en la Europa de aquellos años, jamás fueron publicadas, obviamente. Las mismas caras de estupefacción en los rostros de unos ciudadanos prósperos hasta poco antes. 


 

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