jueves, 1 de noviembre de 2012

De como comprar coche en tres capítulos y un prólogo corto.-


De cómo estrenar coche con el plan pibe.-


(Preámbulo para distraer la perdiz).



He cambiado tres veces de coche en los dos últimos años. Estrenando y. sobre todo, aprendiendo. Como es habitual.

Lástima que lo malo de tanto aprender es que al final, compruebas que lo aprendido solo sirve para dar gusto al ego. Gustillo más bien, al ver que tanto conocimiento te lleva al principio, A Plinio el viejo o a Brueghel (el viejo, también). Lo de siempre.

Buscaba uno, entre las lápidas del Pere Lachaise, aquel epitafio de hace tres mil años, u otro parecido, (a veces hay que conformarse con las imitaciones, para no depender de los ansiolíticos):

“Tras la desaparición de la justicia de la faz de la tierra, este hombre era su último vestigio”.


No lo encontré. Y conste que los excursionistas, orientales en mayoría, disponían de numerosas posibilidades en su itinerario de necrófilos impenitentes, inevitablemente orientados hacia los nombres propios que suelen aparecer en los programas televisivos, basados en la confusión entre cultura y saber enciclopédico, conceptos que no deberían ser antinómicos, pero que llegan a parecerlo, cuando vuelvo a ser expulsado de mi labor por las hordas de los presuntos herederos de los figurantes en las torres de los babeles que pintase Brueghel. Compruebo lo maravilloso que resulta moverte por todo el planeta sin los problemas que aquejaron a los arquitectos de la torre inacabada, ahora todas las lenguas tienen su correspondiente audioguia, y un itinerario cerrado que elimina cualquier posibilidad de que el individuo pueda sentirse diferente de los demás.

Huyo, no sin antes escudriñar cien, doscientas tumbas, buscando el epitafio comparable, en brillo al menos, al de Plinio. No lo encuentro.

Olvidaba reseñar que hay algo universal y de absoluta vigencia, los malos modos, la falta de respeto al prójimo. Quizás sea el concepto de prójimo el que haya desaparecido del brazo de la justicia, en su marcha hacia el espacio profundo. Quizás sea eso, y no la multiplicación de lenguas, lo que dio al traste con “El Algarrobico”, hotel, resort, spa y cosas peores, antaño, formerly “Babel Tower”.


Comprando coche. Lesson one.-



El provecto Ford, el Gran Torino que me transporta y acomoda desde que perdí el uso de razón, tiempo ha, tuvo a bien desobedecer la orden que el pie derecho intentaba transmitir al no menos provecto acelerador. El motor daba vueltas a un ritmo suficiente para negar su fallecimiento pero inapropiado para llevarme a un sitio diferente que no fuese el arcén.

Los mecánicos, niegan siempre que el jadeo agonizante premorten sea tal, viven de los estertores las criaturas, y me diagnostican fallo en los calentadores, comprobando su profecia con “la maquina”, que es algo así como el oráculo de Delfos y sirve a los incautos para lo mismo, mantener la fe mediante el correspondiente óbolo. Al fallar el asunto de los calentadores pasaron a la esfera superior, la de los inyectores, para los que “la maquina” no tenia capacidad adivinatoria y solo quedaba la tradicional y científica prueba-error, cambiando los inyectores, con un coste diez veces superior al de los pobres calentadores que acababan de demostrar su inocencia. Ante la sospecha por mi parte de la dudosa praxis de aquellos expertos, los sometí a la prueba del silogismo por petición de principio, que me inculcaron en una edad en que creí que aquello no serviría jamás para nada. Error.

Les pregunté que harían si el cambio de los inyectores no solucionaba el problema y me explicaron que la probabilidad era real y que en ese caso habría que cambiar el turbo, obviamente con un coste diez veces superior al de los inyectores.

Y salgo abatido, como en el tango


No Le Digas Que La Quiero. Suena, tango quejumbroso, compadrón y callejero, como suena en la tristeza mi abatido corazón. Y si ves a mi querida no le...

Y acepto que fue bonito mientras duró, lamentablemente ya se acabó, tienes que entender que no puedo quererte mujer, yo no soy el hombre que te conviene cariño conmigo...

Y dispuesto a buscar – a recoger –un auto nuevo.

Marcas, modelos, novedades, pruebas, concesionarios, y entre esas páginas, el vicio profesional se infiltra indagando sobre la enfermedad que llevaba presumiblemente al gran torino al desguace.


La inconstancia, madre e hija de la dispersión de ideas que me domina, me llevó a mirar algún foro de usuarios de la marca y modelo del venerable auto y ¡Oh, maravillas de colores! , un amable taxista, canario tenia que ser, me explica que esa, idéntica avería había sufrido y que no fue hasta que cambió el “filtro de aire” cuando desapareció su pesadilla.

Corro a la tienda de recambios y repongo la pieza, económico fungible, descubriendo en el acto que tengo un coche nuevo.

Amor propio, orgullo, soberbia o pedantería, me llevaron a presumir del hallazgo en el taller donde, además de ser incapaces de arreglarlo, habían obviado el cambio del filtro en las últimas revisiones de mantenimiento. Unos simples golpes y un ligero aspirado del polvo eran suficientes según ellos, al parecer. Cuando les cuento lo que he aprendido al respecto, tuve que escuchar que, efectivamente el polvo acumulado puede cegar el colimador del preturbo y anular la inyección con las consecuencias conocidas.

Increíble. Sabían lo que ignoraban, y sin dedicarse a la política profesional, todavía.

Yo estreno coche, feliz.



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