jueves, 1 de septiembre de 2011

BOLOGNA. (Notas emilianas). Emilio en la Emilia (Romagna).2.-


“Per non dimenticare” Para que no os olvidéis.

Los patios del castillo de los Gonzaga, en Carpí, no están frescos al mediodía; cosa previsible en Agosto, aunque las altas galerías permiten al menos deambular admirando, o admirar deambulando, vaya usted a saber, y contemplar esos pergaminos marmóreos pegados a las paredes y con pocas líneas de texto, en tipos enormes, anticipo indudable de los titulares de nuestra prensa deportiva, en los que puede uno descubrir personajes y sucesos que nutren el borde incierto entre la realidad y la ficción, o sea la crónica popular de aquello que aconteció hace ochocientos años.
Un suponer, el milagro que vivió el dueño del castillo, tras la pérdida de su bien más preciado, obviamente su halcón cetrero, y la encomienda a la madre de dios- que por entonces todavía no era virgen, esto vino algo después- del deseo supremo de aquel buen señor, sin duda, como era recuperar sano y salvo al ave especializada en destrozar a otras con sus garras aceradas y su pico primoroso. Por su puesto que la recuperó, en perfecto estado de salud, sobre un roble; y allí mismo, para recuerdo imperecedero del milagro, ordenó construir una basílica que todavía hoy hace palidecer a las de Puerto Banús, o La Moraleja. El prócer en cuestión se llamaba Astolfo, Rey de Lombardía y protagonista de la hermosa leyenda que acabo de tergiversar.

Cruza uno el patio de armas con la sensación de revivir el episodio de El Jabato cuando atraviesa, a punto de perecer, el desierto de Gobi y .. sale a la " Piazza dei martiri", descubriendo inmediatamente por qué la llaman así. Cien campesinos, cien, son fusilados allí en represalia por un atentado contra las fuerzas del orden. Año 1944, cuando todavía la moneda estaba en el aire, y con la inmensa suerte de poder culpabilizar del crimen a un forastero, el ejército nazi supongo, (remember Guernica, operación Rügen), aunque no descarto la presencia, ni los dedos en los gatillos asesinos, de los colaboradores necesarios.
Curiosamente junto a la lista de los caídos en el disparate, figuran otras con los paisanos caídos en esa y en todas las guerras, incluso en la de España, y a veces el motivo de la caída, que no siempre es el combate, así como la adscripción del difunto: bersagliere, partisano, fascista, etc. Todos eran hijos y todos merecen recuerdo y gratitud. Uno alucina, naturalmente. No está acostumbrado al tono benevolente de la mirada hacia atrás, único tono sensato, por lo demás, de cualquier sociedad que se precie de serlo.

El caso es que queda impresionado por la profusión de lapidas mortuorias, por la obsesiva fijación en la necesidad de que consten los nombres y los apellidos de aquellos que dieron su vida por los demás en el frente, por los que fueron exterminados en los campos o simplemente por estar allí en aquel momento infernal. En Bolonia, las encuentro por docenas.
Hasta los taxistas caídos en la strage del 2 de agosto, tienen su monumento y tuvieron su homenaje corporativo el día del aniversario.

¿Qué ocurrió ese día de 1980? La matanza, la masacre, las bombas que estallaron en la estación ferroviaria de Bolonia dejando un centenar de víctimas y ocasionando la inmediata detención y condena pública de los sospechosos de pertenecer a las brigadas rojas, absolutamente inocentes, como pudo demostrarse, tras largos e inconclusos procesos judiciales de los que solo pudo extraerse la vinculación de la extrema derecha –etiqueta algo corta cuando incluye personas vinculadas a los cuerpos de seguridad, a los servicios de inteligencia (otra broma), eclesiásticos, judiciales y hasta miembros de alguna logia masónica- y el paso temporal por las cárceles de escasos, pocos, de los acusados menos significados, menos poderosos.

“Per non dimenticare” = Para que no olvidemos. (Para que no repitamos el desastre).

P.D.- La locandina inicial es de la pelicula de Monicelli , de 1966. Precursora de la serie medieval de Monty Phyton. Y es mucho mas brillante creo, que las británicas, en su desmitificadora y divertida aclaración, sobre ciertos conceptos, ciertamente incompletos, que constituyen el pilar de nuestro conocimiento. Tuvo continuación, digna tambien de ser tenida en cuenta, en "Brancaleone alla Crociate" (En las Cruzadas). 1970.


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